Así son los clientes que no queremos las Agencias de Comunicación

El que lo sabe todo, el que sólo valora su tiempo, el indeciso, el angustias, el que no escucha…

 

Siempre se habla del cliente ideal pero muy pocas veces se escribe sobre aquellos que nos quitan el sueño, nos aprietan hasta no poder más y nos roban el doble de tiempo del que se les ha presupuestado. Por ello hoy queremos dedicar nuestro post a todas aquellas cuentas que se les atragantan a las agencias de comunicación, porque los clientes difíciles también se merecen su minuto de éxito.

Así que vamos a desgranar uno a uno los perfiles más complicados con los que nos encontramos los expertos en comunicación. Por ejemplo, para empezar podríamos destacar «el que lo sabe todo«. Es decir, aquel personaje al que te gustaría decirle que si tan experto es en comunicación porque no se la gestiona él solito, ya que su día a día consiste en poner en tela de juicio todas tus propuestas, dudando de su eficacia y fiabilidad, sin ningún argumento de peso para ello. En este sentido nos podemos encontrar con personas que saben de diseño, de SEO, de cómo relacionarse con los medios, de social media y, todo esto, sin nunca haber tenido ninguna experiencia previa profesional, pero con el convencimiento que tus masters, grados y licenciaturas no valen tanto. ¡Impresionante!

Otro cliente complicado sería el que «sólo valora su tiempo«. Nunca está disponible, lo tienes que perseguir hasta la saciedad por tierra mar y aire o lo que es lo mismo, por teléfono, email y WhastApp. Asimismo, cuando por fin logras que te dé un día y hora para veros te hace esperar, se presenta tarde o se olvida de avisarte que le ha salido otro compromiso y te deja plantado.

La indecisión

Luego tenemos «el que nunca se decide«, la típica persona que duda de todo, tiene miedo a decidirse y errar y por ello le da mil vueltas a todas las acciones que le propones, ralentizando la implantación de la estrategia de comunicación y a veces haciendo que fracase. Porque en el mundo comunicativo el tiempo es oro y hay cosas que si se comunican mañana ya están desactualizadas.

Podríamos decir que la estrella del equipo de los clientes difíciles es «el que regatea el precio de todo«. Da igual lo ajustado que se lo pongas, el descuento que le hagas, sabes que siempre, siempre va a pedirte una rebaja. Lo hacen por sistema, están acostumbrados a hacer lo mismo con todos sus proveedores y no entienden que si quieren un precio más bajo sin tocar la calidad, se tendrá que reducir la cantidad de servicios a ofrecer.

«El que no escucha» es un perfil bastante habitual en las pequeñas empresas. Ellos tienen muy claro hacia dónde va su empresa, quiénes son y cómo son sus clientes y más que una agencia que les marque la estrategia a seguir, quieren una secretaria que ejecute sus decisiones en comunicación y sin rechistar.

 

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Un cliente complicado también sería el «angustias«, el que sufre por todo y te llama mil veces al día para asegurarse que todo va bien. El que envías una nota de prensa a las 10 a.m. y a las 11 y un minuto te está preguntando por qué no sale en la portada de El País. Un tipo de persona con el que hay que hacer mucho coaching y tirar de la psicología para decirle con mucha mano izquierda que si quiere resultados tiene que relajarse y dejarte trabajar.

«El dudas» es uno de los más comunes y complicados ya que es muy difícil avanzar con alguien que no tiene las cosas claras, que hoy quiere desarrollar una acción de marketing digital y mañana empezar una campaña de PR y a las dos horas te dice que no le convence nada de lo anterior y que quiere grabar un vídeo corporativo.

En esta enumeración no queremos que falte «el  que lo quiere todo para ayer» o también conocido como «el prisas«. Da igual el calendario de acciones marcado, la planificación de la agencia y la de veces que le hayas pedido datos. Cuándo por fin te los da, quiere que en cuestión de horas los utilices para tenerlo todo acabado sin tener en cuenta que ni es tú único cliente, ni que las cosas que se hacen con prisas no sale todo lo bien que deberían.

Y para concluir y no quedarnos con una sensación negativa, queremos dar las gracias a todos aquellos clientes que nos hacen felices: los que nos escuchan, con los que es fácil formar equipo, los que no se guardan información, los que se dejan guiar, los que confían en ti y en tu experiencia, los que valoran tu tiempo y respetan tu trabajo y, sobre todo, a esa curiosa raza que cuando las cosas salen bien te dan las gracias. A todos ellos ¡es un gusto trabajar a vuestro lado y crecer juntos!

 

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